CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. SUPERAR NUESTRA INDEFINICIÓN
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Che Vos quien sos?

¿Sos pampero, sos ombú? Sos el mate, sos del Sur? Sos criollo o ¿sos un bluf? Del tango Che vos ¿quien sos? de Bettinotti Fernandez.

SUPERAR NUESTRA INDEFINICIÓN

/ Che vos quién sos?

La ambivalencia de nuestras posturas ante los dos modelos mundiales en pugna, que mencionáramos en la nota anteriori, se funda en la indefinición sociocultural. Es decir, en la ausencia de un perfil propio, aceptado y unívoco, en la manera colectiva de ser que tenemos, como conjunto humano subcontinental. Esta indefinición, sin embargo, no es el producto de una falla genética colectiva; obedece a causas sociológicas específicas. Veamos esto con más detalles.

Los factores que determinaron la existencia de dicha indefinición sociocultural son principalmente cuatro. La existencia de pueblos originarios numerosos, culturalmente sólidos y extendidos por todo el territorio subcontinental, es el primero de estos factores. La débil cultura “mercantil salvacionista”ii de los países ibéricos conquistadores, que no tuvo la coherencia ni la solidez de la posterior civilización capitalista moderna, es el segundo factor importante. La coexistencia obligada de tres cuantiosas poblaciones culturalmente muy diferentes – la originaria, la ibérico europea y la africana – puede considerarse el tercer factor causal de la indefinición sociocultural. Y, por último, el poco tiempo de vida colectiva en común, en comparación con otras poblaciones del planeta, que multiplican por decenas o centenas nuestros escasos quinientos años. Hay, sin embargo, una quinta causa, que encuadra y enmarca las cuatro anteriores. Consiste en que, a lo largo de estos cinco siglos, la élite dominante se consideró parte de la “civilizada” Europa y opuesta a las “barbaries” nativas, a la vez que estructuró sus países como dependientes económica, política y culturalmente del viejo continente. Dichas élites se constituyeron así, en un obstáculo permanente al desarrollo y consolidación de un perfil sociocultural propio.

A pesar de todo, las cinco centurias de convivencia colectiva en esta tierra común, no pasaron en vano en términos de construir una configuración sociocultural característica, así como una conciencia de pertenencia a la misma realidad geopolítica. De hecho, los crecientes y múltiples vínculos de cercanía territorial, sociales, económicos, laborales, comerciales, políticos y hasta familiares, entre los miembros de las tres diferentes poblaciones convivientes, generaron una amalgama de formas de pensar, sentir y actuar, que fueron la base de una formación social y cultural similar, distinta a todas las otras del planeta. El desenvolvimiento de esta vida en común a lo largo de los años fue generando, además, múltiples experiencias colectivas compartidas, que crearon una identidad popular común. De manera tal que, en contraposición a los cinco factores arriba señalados, estas vinculaciones y experiencias colectivas, fueron configurando un perfil sociocultural propio. Perfil que se encuentra, a la vez, tan sólidamente establecido en nuestra sociedad subcontinental, como poco identificado, explicitado, definido y aceptado públicamente.

Algunos rasgos del mismo, son los que detallamos a continuación. Tener un claro sentido de la hermandad humana universal a la vez que profesar un sólido humanismo, es uno de ellos; proveniente tanto de la experiencia propia de convivencia entre pueblos muy diversos a lo largo de los años, cuanto de principios heredados del catolicismo ibérico y de algunas culturas originarias, como la guaraní y la quechua. Asignar una importancia principal y prioritaria a la vida en paz, tanto la particular como la internacional, es otro; de hecho, desde las independencias nacionales, casi no se registraron guerras entre países de la región y las que hubo – como la de la triple alianza contra Paraguay o la del Chaco boliviano paraguayo – fueron promovidas por fuertes intereses externos, mas que por conflictos propios. Un tercer rasgo, heredado de todas las culturas originarias, es una arraigada conciencia de vinculación con la naturaleza y, más aún, la certeza de formar parte de ella; si bien esta creencia no está hoy generalizados masivamente, sí se encuentra en rápido y vigoroso crecimiento ante el grave deterioro ambiental, pero al estar fundada en hondas raíces ancestrales, adquiere un carácter particular. Con el mismo origen, aunque reforzado por algunas tradiciones africanas e ibéricas y europeas, el sentido de pertenencia ineludible a una comunidad por parte de las personas individuales, es otra característica de nuestro perfil sociocultural; convicción que fue claramente expresada por todos los movimientos populares de estas tierras, en tanto los ingentes esfuerzos para imponer una cultura individualista, no lograron eliminar esta conciencia comunitaria. Más aún, han potenciado las aspiraciones de construir comunidades mejor organizadas y más justas, en las que el protagonismo popular haga que, por ejemplo, la economía esté al servicio del bienestar social colectivo, en lugar de orientarse exclusivamente al beneficio individual. Destacando algunos otros rasgos, no exclusivos de nuestro perfil pero sí intrínsecos de nuestra manera de ser, podemos mencionar una íntima armonía corpóreo-musical, expresada, entre otras cosas, en los múltiples y variadísimos bailes, ritmos y canciones que creamos y ejecutamos en estas tierras.

De manera que, sobre la base de estos y otros rasgos que nos dan un perfil propio, estamos claramente en condiciones de superar nuestra indefinición sociocultural. Para lograrlo hace falta ampliar y consolidar la conciencia colectiva sobre nuestra identidad común y definir con claridad las características básicas de dicha identidad sociocultural. En concreto, la ampliación e intensificación de vínculos entre los centros de pensamiento autónomo de nuestros países, con el fin de definir mejor y difundir más ampliamente nuestro particular perfil sociocultural, es uno de los dos caminos claves que debemos seguir para superar la indefinición que nos aqueja. El desarrollo de la unidad político institucional entre los países que conformamos Abya Yala, con el consiguiente fortalecimiento de la conciencia y la determinación colectiva, es el otro. Avanzar en ambos caminos supone, claro está, una transformación interna importante: incrementar el poder social de los sectores y clases hasta hoy dejados de lado y discriminados por las élites tradicionales. Modificando sustancialmente, de esa forma, el horizonte dirigencial de nuestros países. Tales procesos de cambio nos posibilitarán, no sólo constituir un bloque de poder mundial independiente de los existentes, sino también impulsar un desarrollo civilizatorio capaz de superar la civilización capitalista moderna. Ciertamente, este camino implica sobreponerse a muchos y sólidos obstáculos, así como aprovechar varias e interesantes oportunidades. De estos temas nos ocuparemos en las próximas notas.

Lic. Carlos A. Wilkinson